Partiendo de la idea de que todo es relativo, de que el valor de las cosas no es una constante, que no hay verdades absolutas, ni puntos de vistas más certeros ni correctos que otros... Se me ocurre que la mente humana funciona como el zoom de una cámara de fotos. En función de cuánto alejemos o acerquemos el objetivo, incluiremos más o menos datos, con mayor o menor lujo de detalles.
Así, en un macro introducimos pocos elementos pero damos una importancia exquisita a las características de sus componentes.
Y a medida que nos vamos alejando perdemos calidad de detalles y ampliamos el número de elementos a los que prestamos atención.
Hasta que lo observado inicialmente de manera minuciosa parece insignificante.
Este símil lo podemos aplicar a todo. En occidente, nuestro bienestar personal lo analizamos cada vez más desde una visión "macro", en la que entran en juego un sinfín de nimiedades que llevan el peso de toda nuestra felicidad. Mientras que si obviásemos pequeñeces y alejásemos más el "objetivo" nos daríamos cuenta de que hay mucho más en qué pensar y en lo que involucrarse.
Lo primero es saber a qué dedicar nuestra atención y, una vez calibrado el zoom, cada uno analizará lo observado según su forma de interpretar las cosas, en la que entran en juego cultura, ideología, madurez, conocimientos, experiencias...
