Observaba inmóvil el aguacero que se derramaba en el
exterior. Podía sentir el frío y el viento que se batían en una furia inmensa
ahí fuera. Ella más se replegaba en el sillón, con las piernas y los brazos
doblados contra su pecho y las manos aferradas a la gruesa manta.
Miró a su izquierda y encontró su té humeante sobre la
mesita. No se atrevía a sacar las manos de su guarida, así que rechazó la idea
de dar un sorbo.
Se hizo el silencio. Su CD de Norah Jones había dado la
última nota. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había estado sonando
durante horas...lo había olvidado. Había estado oyéndolo sin escucharlo. Se
sorprendió ante el gran silencio que inundaba ahora la pequeña vivienda, en
contraposición con el potente concierto de agua que sonaba fuera.
Se puso a pensar. Parecía que la vida en su apartamento se
había parado. Podía observar como la ciudad caminaba con su ritmo habitual a
través de la ventana, pero ella se sentía muy ajena a todo aquello. Podría
permanecer así por tiempo indefinido, sin que ello tuviera ninguna
consecuencia. Allá abajo si te paras te comen, te pisan, pierdes el tren,
llegas tarde sea cual sea tu destino. Ella no movía ni una pestaña.
Pensó en lo extraño de la situación.
Era cómo si no perteneciera a este mundo. Como si estuviera
observando desde lo alto a los transeúntes, esos que nunca te detienes a mirar
cuando caminas junto ellos, cuando te sientas a menos de un metro en una
cafetería, cuando subimos juntos en el ascensor.
Les observaba y se identificó en cada uno de esas personitas
que desde su ventana parecían hormigas vestidas y calzadas. Correteando sin
parar, con mucho que hacer, con prisa, sin pausa.
Reflexionó sobre todo aquello. Pensó que en el día a día
solo somos conscientes de lo que está presente en nuestro entorno en cada
instante. De todo lo demás no nos damos ni cuenta. Si no nos paramos a
reflexionar ¿Cuántas cosas se nos escapan día a día?
Cosas que están sucediendo mientras hacemos la compra, vamos
en el coche hacia el trabajo, estamos bailando en una discoteca, charlando con
los amigos en un café...
Cosas que en realidad nos importan, pero andamos distraídos
o quizá demasiado concentrados. Hay tantos asuntos de los que ocuparse cada día
que nos olvidamos de que existen otras muchas cosas más.
Se sintió triste y egoísta. Después sintió impotencia. Era
importante todo aquello, pero no podía abarcarlo todo. Su vida ya era compleja,
y desearía que los días tuvieran más de 24h para llegar a todas sus metas
diarias.
Huyendo del agobio que le proporcionaban dichas
conclusiones, se levantó. Puso otro CD y se sentó.
Miró a la izquierda, encontró de nuevo su taza de té. La
cogió, dio un sorbo, estaba frío.
Trató de relajarse, de sumergirse otra vez en esa piel de
quietud y paz de hacía unos minutos. Cerró los ojos y respiró despacio.
Su mente empezó a organizar las actividades del día
siguiente. Y ya no pudo abstraerse más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario